Capítulo 13, versos 26-37
26
«Hermanos, hijos de la raza de Abraham, y cuantos entre vosotros temen a Dios: a vosotros ha sido enviada esta Palabra de salvación.
27
Los habitantes de Jerusalén y sus jefes cumplieron, sin saberlo, las Escrituras de los profetas que se leen cada sábado
28
y sin hallar en él ningún motivo de muerte pidieron a Pilato que le hiciera morir.
29
Y cuando hubieron cumplido todo lo que referente a él estaba escrito, le bajaron del madero, y le pusieron en el sepulcro.
30
Pero Dios le resucitó de entre los muertos.
31
El se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo.
32
«También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres
33
Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú
34
Y que le resucitó de entre los muertos para nunca más volver a la corrupción, lo tiene declarado: Os daré las cosas santas de David, las verdaderas.
35
Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu santo experimente la corrupción.
36
Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción.
37
En cambio aquel a quien Dios resucitó, no experimentó la corrupción.