Capítulo 15, verso 17 - Capítulo 17, verso 14
17
Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace
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que estas cosas sean conocidas desde la eternidad.
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«Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios,
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sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre.
21
Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores y es leído cada sábado en las sinagogas.»
22
Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarles a Antioquía con Pablo y Bernabé
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Por su medio les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
24
Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos,
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hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
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que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo.
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Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz:
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Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables:
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abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.»
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Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron la asamblea y entregaron la carta.
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La leyeron y se gozaron al recibir aquel aliento.
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Judas y Silas, que eran también profetas, exhortaron con un largo discurso a los hermanos y les confortaron.
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Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado.
35
Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía enseñando y anunciando, en compañía de otros muchos, la Buena Nueva, la palabra del Señor.
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Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: «Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor.»
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Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos.
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Pablo, en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra.
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Se produjo entonces una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro: Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre
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por su parte Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por los hermanos a la gracia de Dios.
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Recorrió Siria y Cilicia consolidando las Iglesias.»
Capítulo 16
1
Llegó también a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego.
2
Los hermanos de Listra e Iconio daban de él un buen testimonio.
3
Pablo quiso que se viniera con él. Le tomó y le circuncidó a causa de los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
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Conforme iban pasando por las ciudades, les iban entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén.
5
Las Iglesias, pues, se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día.
6
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les había impedido predicar la Palabra en Asia.
7
Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús.
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Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Tróada.
9
Por la noche Pablo tuvo una visión: Un macedonio estaba de pie suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
10
En cuanto tuvo la visión, inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles.
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Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis
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de allí pasamos a Filipos, que es una de las principales ciudades de la demarcación de Macedonia, y colonia. En esta ciudad nos detuvimos algunos días.
13
El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
14
Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo.
15
Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.
16
Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos.
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Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
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Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.
19
Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados
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los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad
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y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
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La gente se amotinó contra ellos
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Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado.
24
Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
25
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios
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De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
27
Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
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Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
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El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
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los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
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Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
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Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
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En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas
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Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
35
Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
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El carcelero transmitió estas palabras a Pablo: «Los pretores han enviado a decir que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»
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Pero Pablo les contestó: «Después de habernos azotado públicamente sin habernos juzgado, a pesar de ser nosotros ciudadanos romanos, nos echaron a la cárcel
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Los lictores transmitieron estas palabras a los pretores. Les entró miedo al oír que eran romanos.
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Vinieron y les rogaron que saliesen de la ciudad.
40
Al salir de la cárcel se fueron a casa de Lidia, volvieron a ver a los hermanos, los animaron y se marcharon.
Capítulo 17
1
Atravesando Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga.
2
Pablo, según su costumbre, se dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,
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explicándolas y probando que Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos y que «este Cristo es Jesús, a quien yo os anuncio».
4
Algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y Silas así como una gran multitud de los que adoraban a Dios y de griegos y no pocas de las mujeres principales.
5
Pero los judíos, llenos de envidia, reunieron a gente maleante de la calle, armaron tumultos y alborotaron la ciudad. Se presentaron en casa de Jasón buscándolos para llevarlos ante el pueblo.
6
Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los magistrados de la ciudad gritando: «Esos que han revolucionado todo el mundo se han presentado también aquí,
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y Jasón les ha hospedado. Además todos ellos van contra los decretos del César y afirman que hay otro rey, Jesús.»
8
Al oír esto, el pueblo y los magistrados de la ciudad se alborotaron.
9
Pero después de recibir una fianza de Jasón y de los demás, les dejaron ir.
10
Inmediatamente, por la noche, los hermanos enviaron hacia Berea a Pablo y Silas. Ellos, al llegar allí, se fueron a la sinagoga de los judíos.
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Estos eran de un natural mejor que los de Tesalónica, y aceptaron la palabra de todo corazón. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así.
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Creyeron, pues, muchos de ellos y, entre los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres.
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Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea había predicado Pablo la Palabra de Dios, fueron también allá, y agitaron y alborotaron a la gente.
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Los hermanos entonces hicieron marchar a toda prisa a Pablo hasta el mar