Capítulo 16, versos 17-37
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Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
18
Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.
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Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados
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los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad
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y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
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La gente se amotinó contra ellos
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Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado.
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Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
25
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios
26
De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
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Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
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Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
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El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
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los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
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Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
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Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
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En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas
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Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
35
Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
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El carcelero transmitió estas palabras a Pablo: «Los pretores han enviado a decir que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»
37
Pero Pablo les contestó: «Después de habernos azotado públicamente sin habernos juzgado, a pesar de ser nosotros ciudadanos romanos, nos echaron a la cárcel