Capítulo 16, verso 27 - Capítulo 17, verso 3
27
Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
28
Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
29
El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
30
los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
31
Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
32
Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
33
En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas
34
Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
35
Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
36
El carcelero transmitió estas palabras a Pablo: «Los pretores han enviado a decir que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»
37
Pero Pablo les contestó: «Después de habernos azotado públicamente sin habernos juzgado, a pesar de ser nosotros ciudadanos romanos, nos echaron a la cárcel
38
Los lictores transmitieron estas palabras a los pretores. Les entró miedo al oír que eran romanos.
39
Vinieron y les rogaron que saliesen de la ciudad.
40
Al salir de la cárcel se fueron a casa de Lidia, volvieron a ver a los hermanos, los animaron y se marcharon.
Capítulo 17
1
Atravesando Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga.
2
Pablo, según su costumbre, se dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,
3
explicándolas y probando que Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos y que «este Cristo es Jesús, a quien yo os anuncio».