Capítulo 17, versos 10-24
10
Inmediatamente, por la noche, los hermanos enviaron hacia Berea a Pablo y Silas. Ellos, al llegar allí, se fueron a la sinagoga de los judíos.
11
Estos eran de un natural mejor que los de Tesalónica, y aceptaron la palabra de todo corazón. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así.
12
Creyeron, pues, muchos de ellos y, entre los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres.
13
Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea había predicado Pablo la Palabra de Dios, fueron también allá, y agitaron y alborotaron a la gente.
14
Los hermanos entonces hicieron marchar a toda prisa a Pablo hasta el mar
15
Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas y se volvieron con una orden para Timoteo y Silas de que fueran donde él lo antes posible.
16
Mientras Pablo les esperaba en Atenas, estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos.
17
Discutía en la sinagoga con los judíos y con los que adoraban a Dios
18
Trababan también conversación con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Y otros: «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras.» Porque anunciaba a Jesús y la resurrección.
19
Le tomaron y le llevaron al Areópago
20
Pues te oímos decir cosas extrañas y querríamos saber qué es lo que significan.»
21
Todos los atenienses y los forasteros que allí residían en ninguna otra cosa pasaban el tiempo sino en decir u oír la última novedad.
22
Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad.
23
Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.
24
«El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por manos humanas,