Hechos de los Apóstoles

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[...]   Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 9, verso 18

Capítulo 18, versos 7-27

7 Entonces se retiró de allí y entró en casa de un tal Justo, que adoraba a Dios, cuya casa estaba contigua a la sinagoga.
8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa
9 El Señor dijo a Pablo durante la noche en una visión: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles
10 porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad.»
11 Y permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la Palabra de Dios.
12 Siendo Galión procónsul de Acaya se echaron los judíos de común acuerdo sobre Pablo y le condujeron ante el tribunal
13 diciendo: «Este persuade a la gente para que adore a Dios de una manera contraria a la Ley.»
14 Iba Pablo a abrir la boca cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o mala acción, yo os escucharía, judíos, con calma, como es razón.
15 Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y cosas de vuestra Ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez en estos asuntos.»
16 Y los echó del tribunal.
17 Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y se pusieron a golpearlo ante el tribunal sin que a Galión le diera esto ningún cuidado.
18 Pablo se quedó allí todavía bastantes días
19 Arribaron a Éfeso y allí se separó de ellos. Entró en la sinagoga y se puso a discutir con los judíos.
20 Le rogaron que se quedase allí más tiempo, pero no accedió,
21 sino que se despidió diciéndoles: «Volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere.» Y embarcándose marchó de Éfeso.
22 Desembarcó en Cesarea, subió a saludar a la Iglesia y después bajó a Antioquía.
23 Después de pasar allí algún tiempo marchó a recorrer una tras otra las regiones de Galacia y Frigia para fortalecer a todos los discípulos.
24 Un judío, llamado Apolo, originario de Alejandría, hombre elocuente, que dominaba las Escrituras, llegó a Éfeso.
25 Había sido instruido en el Camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.
26 Este, pues, comenzó a hablar con valentía en la sinagoga. Al oírle Aquila y Priscila, le tomaron consigo y le expusieron más exactamente el Camino.
27 Queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron a ello y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Una vez allí fue de gran provecho, con el auxilio de la gracia, a los que habían creído