Hechos de los Apóstoles

Ver da Capítulo Verso Capítulo Verso
[...]   Obedecieron, y al amanecer entraron en el Templo y se pusieron a enseñar. Llegó el Sumo Sacerdote con los suyos, convocaron el Sanedrín y todo el Senado de los hijos de Israel, y enviaron a buscarlos a la cárcel.   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 5, verso 21

Capítulo 19, verso 29 - Capítulo 20, verso 31

29 La ciudad se llenó de confusión. Todos a una se precipitaron en el teatro arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo.
30 Pablo quiso entrar y presentarse al pueblo, pero se lo impidieron los discípulos.
31 Incluso algunos asiarcas, que eran amigos suyos, le enviaron a rogar que no se arriesgase a ir al teatro.
32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Había gran confusión en la asamblea y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.
33 Algunos de entre la gente aleccionaron a Alejandro a quien los judíos habían empujado hacia delante. Alejandro pidió silencio con la mano y quería dar explicaciones al pueblo.
34 Pero al conocer que era judío, todos a una voz se pusieron a gritar durante casi dos horas: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!»
35 Cuando el magistrado logró calmar a la gente, dijo: «Efesios, ¿quién hay que no sepa que la ciudad de los efesios es la guardiana del templo de la gran Artemisa y de su estatua caída del cielo?
36 Siendo, pues, esto indiscutible, conviene que os calméis y no hagáis nada inconsideradamente.
37 Habéis traído acá a estos hombres que no son sacrílegos ni blasfeman contra nuestra diosa.
38 Si Demetrio y los artífices que le acompañan tienen quejas contra alguno, audiencias y procónsules hay
39 Y si tenéis algún otro asunto, se resolverá en la asamblea legal.
40 Porque, además, corremos peligro de ser acusados de sedición por lo de hoy, no existiendo motivo alguno que nos permita justificar este tumulto.» Dicho esto disolvió la asamblea.
Capítulo 20
1 Cuando hubo cesado el tumulto, Pablo mandó llamar a los discípulos, los animó, se despidió de ellos y salió camino de Macedonia.
2 Recorrió aquellas regiones y exhortó a los fieles con largos discursos
3 Pasó allí tres meses. Los judíos tramaron una conjuración contra él cuando estaba a punto de embarcarse para Siria
4 Le acompañaban Sópatros, hijo de Pirro, de Berea
5 Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróada.
6 Nosotros, después de los días de los Azimos, nos embarcamos en Filipos y al cabo de cinco días nos unimos a ellos en Tróada donde pasamos siete días.
7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche.
8 Había abundantes lámparas en la estancia superior donde estábamos reunidos.
9 Un joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana
10 Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándole en sus brazos dijo: «No os inquietéis, pues su alma está en él.»
11 Subió luego
12 Trajeron al muchacho vivo y se consolaron no poco.
13 Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y partimos hacia Asso, donde habíamos de recoger a Pablo
14 Cuando nos alcanzó en Asso, le tomamos a bordo y llegamos a Mitilene.
15 Al día siguiente nos hicimos a la mar y llegamos a la altura de Quíos
16 Pablo había resuelto pasar de largo por Éfeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa, porque quería estar, si le era posible, el día de Pentecostés en Jerusalén.
17 Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
18 Cuando llegaron donde él, les dijo: «Vosotros sabéis cómo me comporté siempre con vosotros, desde el primer día que entré en Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas y con las pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos
20 cómo no me acobardé cuando en algo podía seros útil
21 dando testimonio tanto a judíos como a griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús.
22 «Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá
23 solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones.
24 Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
25 «Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi rostro ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino.
26 Por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la sangre de todos,
27 pues no me acobardé de anunciaros todo el designio de Dios.
28 «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo.
29 «Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño
30 y también que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí.
31 Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros.