Capítulo 1, verso 25 - Capítulo 2, verso 24
25
para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.»
26
Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles.
Capítulo 2
1
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
2
De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
3
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos
4
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
5
Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
6
Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua.
7
Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?
8
Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?
9
Partos, medos y elamitas
10
Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos,
11
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.»
12
Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»
13
Otros en cambio decían riéndose: «¡Están llenos de mosto!»
14
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
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No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
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sino que es lo que dijo el profeta:
17
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas
18
Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.
19
Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra.
20
El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor.
21
Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
22
«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis,
23
a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos
24
a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio