Hechos de los Apóstoles

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[...]   Y han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones.   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 21, verso 21

Capítulo 20, verso 31 - Capítulo 21, verso 34

31 Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros.
32 «Ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los santificados.
33 «Yo de nadie codicié plata, oro o vestidos.
34 Vosotros sabéis que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compañeros.
35 En todo os he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»
36 Dicho esto se puso de rodillas y oro con todos ellos.
37 Rompieron entonces todos a llorar y arrojándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 afligidos sobre todo por lo que había dicho: que ya no volverían a ver su rostro. Y fueron acompañándole hasta la nave.
Capítulo 21
1 Despidiéndonos de ellos nos hicimos a la mar y navegamos derechamente hasta llegar a Cos
2 Encontramos una nave que partía para Fenicia
3 Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, íbamos navegando rumbo a Siria
4 Habiendo encontrado a los discípulos nos quedamos allí siete días. Ellos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén.
5 Cuando se nos pasaron aquellos días, salimos y nos pusimos en camino. Todos nos acompañaron con sus mujeres e hijos, hasta las afueras de la ciudad. En la playa nos pusimos de rodillas y oramos
6 nos despedimos unos de otros y subimos a la nave
7 Nosotros, terminando la travesía, fuimos de Tiro a Tolemaida
8 Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea
9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
10 Nos detuvimos allí bastantes días
11 se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinturón. Y le entregarán en manos de los gentiles.»
12 Al oír esto nosotros y los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
13 Entonces Pablo contestó: «¿Por qué habéis de llorar y destrozarme el corazón? Pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.»
14 Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»
15 Transcurridos estos días y hechos los preparativos de viaje, subimos a Jerusalén.
16 Venían con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de cierto Mnasón, de Chipre, antiguo discípulo, donde nos habíamos de hospedar.
17 Llegados a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría.
18 Al día siguiente Pablo, con todos nosotros, fue a casa de Santiago
19 Les saludó y les fue exponiendo una a una todas las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su ministerio.
20 Ellos, al oírle, glorificaban a Dios. Entonces le dijeron: «Ya ves, hermano, cuántos miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley.
21 Y han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones.
22 ¿Qué hacer, pues? Porque va a reunirse la muchedumbre al enterarse de tu venida.
23 Haz, pues, lo que te vamos a decir: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir.
24 Tómalos y purifícate con ellos
25 En cuanto a los gentiles que han abrazado la fe, ya les escribimos nosotros nuestra decisión: Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de animal estrangulado y de la impureza.»
26 Entonces Pablo tomó al día siguiente a los hombres, y habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo para declarar el cumplimiento del plazo de los días de la purificación cuando se había de presentar la ofrenda por cada uno de ellos.
27 Cuando estaban ya para cumplirse los siete días, los judíos venidos de Asia le vieron en el Templo, revolvieron a todo el pueblo, le echaron mano
28 y se pusieron a gritar: «¡Auxilio, hombres de Israel! Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes contra el pueblo, contra la Ley y contra este Lugar
29 Pues habían visto anteriormente con él en la ciudad a Trofimo, de Éfeso, a quien creían que Pablo había introducido en el Templo.
30 Toda la ciudad se alborotó y la gente concurrió de todas partes. Se apoderaron de Pablo y lo arrastraron fuera del Templo
31 Intentaban darle muerte, cuando subieron a decir al tribuno de la cohorte: «Toda Jerusalén está revuelta.»
32 Inmediatamente tomó consigo soldados y centuriones y bajó corriendo hacia ellos
33 Entonces el tribuno se acercó, le prendió y mandó que le atasen con dos cadenas
34 Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Como no pudiese sacar nada en claro a causa del alboroto, mandó que le llevasen al cuartel.