Hechos de los Apóstoles

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[...]   Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra.»   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 19, verso 27

Capítulo 20, verso 34 - Capítulo 21, verso 14

34 Vosotros sabéis que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compañeros.
35 En todo os he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»
36 Dicho esto se puso de rodillas y oro con todos ellos.
37 Rompieron entonces todos a llorar y arrojándose al cuello de Pablo, le besaban,
38 afligidos sobre todo por lo que había dicho: que ya no volverían a ver su rostro. Y fueron acompañándole hasta la nave.
Capítulo 21
1 Despidiéndonos de ellos nos hicimos a la mar y navegamos derechamente hasta llegar a Cos
2 Encontramos una nave que partía para Fenicia
3 Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, íbamos navegando rumbo a Siria
4 Habiendo encontrado a los discípulos nos quedamos allí siete días. Ellos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén.
5 Cuando se nos pasaron aquellos días, salimos y nos pusimos en camino. Todos nos acompañaron con sus mujeres e hijos, hasta las afueras de la ciudad. En la playa nos pusimos de rodillas y oramos
6 nos despedimos unos de otros y subimos a la nave
7 Nosotros, terminando la travesía, fuimos de Tiro a Tolemaida
8 Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea
9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
10 Nos detuvimos allí bastantes días
11 se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinturón. Y le entregarán en manos de los gentiles.»
12 Al oír esto nosotros y los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
13 Entonces Pablo contestó: «¿Por qué habéis de llorar y destrozarme el corazón? Pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.»
14 Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»