Capítulo 26, verso 30 - Capítulo 27, verso 7
30
El rey, el procurador, Berenice y los que con ellos estaban sentados se levantaron,
31
y mientras se retiraban iban diciéndose unos a otros: «Este hombre no ha hecho nada digno de muerte o de prisión.»
32
Agripa dijo a Festo: «Podía ser puesto en libertad este hombre si no hubiera apelado al César.»
Capítulo 27
1
Cuando se decidió que nos embarcásemos rumbo a Italia, fueron confiados Pablo y algunos otros prisioneros a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio.
2
Subimos a una nave de Adramitio, que iba a partir hacia las costas de Asia, y nos hicimos a la mar. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
3
Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.
4
Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5
Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.
6
Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.
7
Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone