Capítulo 27, verso 13 - Capítulo 28, verso 8
13
Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito
14
Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.
15
La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva.
16
Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.
17
Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo
18
Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.
19
Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.
20
Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas
21
Hacía ya días que no habíamos comido
22
Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo
23
Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,
24
y me ha dicho: "No temas, Pablo
25
Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.
26
Iremos a dar en alguna isla.»
27
Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.
28
Sondearon y hallaron veinte brazas
29
Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se hiciese de día.
30
Los marineros intentaban escapar de la nave, y estaban ya arriando el bote con el pretexto de echar los cables de las anclas de proa.
31
Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si no se quedan éstos en la nave, vosotros no os podréis salvar.»
32
Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer.
33
Mientras esperaban que se hiciera de día, Pablo aconsejaba a todos que tomasen alimento diciendo: «Hace ya catorce días que, en continua expectación, estáis en ayunas, sin haber comido nada.
34
Por eso os aconsejo que toméis alimento, pues os conviene para vuestra propia salvación
35
Diciendo esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer.
36
Entonces todos los demás se animaron y tomaron también alimento.
37
Estábamos en total en la nave 276 personas.
38
Una vez satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.
39
Cuando vino el día, los marineros no reconocían la tierra
40
Soltaron las anclas que dejaron caer al mar
41
Pero tropezaron contra un lugar con mar por ambos lados, y encallaron allí la nave
42
Los soldados entonces resolvieron matar a los presos, no fuera que alguno se escapase a nado
43
pero el centurión, que quería salvar a Pablo, se opuso a su designio y dio orden de que los que supieran nadar se arrojasen los primeros al agua y ganasen la orilla
44
y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.
Capítulo 28
1
Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
2
Los nativos nos mostraron una humanidad poco común
3
Pablo había reunido una brazada de ramas secas
4
Los nativos, cuando vieron el animal colgado de su mano, se dijeron unos a otros: «Este hombre es seguramente un asesino
5
Pero él sacudió el animal sobre el fuego y no sufrió daño alguno.
6
Ellos estaban esperando que se hincharía o que caería muerto de repente
7
En las cercanías de aquel lugar tenía unas propiedades el principal de la isla llamado Publio, quien nos recibió y nos dio amablemente hospedaje durante tres días.
8
Precisamente el padre de Publio se hallaba en cama atacado de fiebres y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó.