Hechos de los Apóstoles

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[...]   pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. No sea que os encontréis luchando contra Dios.» Y aceptaron su parecer.   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 5, verso 39

Capítulo 27, versos 3-27

3 Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.
4 Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.
6 Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.
7 Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone
8 y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.
9 Había transcurrido bastante tiempo y la navegación era peligrosa, pues incluso había ya pasado el Ayuno. Pablo les advertía:
10 «Amigos, veo que la navegación va a traer gran peligro y grave daño no sólo para el cargamento y la nave, sino también para nuestras propias personas.»
11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón que no a las palabras de Pablo.
12 Como el puerto no era a propósito para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.
13 Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito
14 Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.
15 La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva.
16 Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.
17 Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo
18 Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.
19 Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.
20 Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas
21 Hacía ya días que no habíamos comido
22 Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo
23 Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,
24 y me ha dicho: "No temas, Pablo
25 Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.
26 Iremos a dar en alguna isla.»
27 Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.