Hechos de los Apóstoles

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[...]   «Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 20, verso 22

Capítulo 28, versos 10-21

10 Tuvieron para con nosotros toda suerte de consideraciones y a nuestra partida nos proveyeron de lo necesario.
11 Transcurridos tres meses nos hicimos a la mar en una nave alejandrina que había invernado en la isla y llevaba por enseña los Dióscuros.
12 Arribamos a Siracusa y permanecimos allí tres días.
13 Desde allí, costeando, llegamos a Regio. Al día siguiente se levantó el viento del sur, y al cabo de dos días llegamos a Pozzuoli.
14 Encontramos allí hermanos y tuvimos el consuelo de permanecer con ellos siete días. Y así llegamos a Roma.
15 Los hermanos, informados de nuestra llegada, salieron a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimos.
16 Cuando entramos en Roma se le permitió a Pablo permanecer en casa particular con un soldado que le custodiara.
17 Tres días después convocó a los principales judíos. Una vez reunidos, les dijo: «Hermanos, yo, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, fui apresado en Jerusalén y entregado en manos de los romanos,
18 que, después de haberme interrogado, querían dejarme en libertad porque no había en mí ningún motivo de muerte.
19 Pero como los judíos se oponían, me vi forzado a apelar al César, sin pretender con eso acusar a los de mi nación.
20 Por este motivo os llamé para veros y hablaros, pues precisamente por la esperanza de Israel llevo yo estas cadenas.»
21 Ellos le respondieron: «Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta que nos hable de ti, ni ninguno de los hermanos llegados aquí nos ha referido o hablado nada malo de ti.