Hechos de los Apóstoles

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Hechos de los Apóstoles: capítulo 27, verso 37

Capítulo 2, versos 11-33

11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.»
12 Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»
13 Otros en cambio decían riéndose: «¡Están llenos de mosto!»
14 Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
15 No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
16 sino que es lo que dijo el profeta:
17 Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas
18 Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.
19 Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra.
20 El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor.
21 Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
22 «Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis,
23 a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos
24 a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio
25 porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile.
26 Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza
27 de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
28 Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
29 «Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
30 Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre,
31 vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
32 A este Jesús Dios le resucitó
33 Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.