Capítulo 2, versos 26-31
26
Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza
27
de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
28
Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
29
«Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
30
Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre,
31
vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.