Capítulo 2, verso 38 - Capítulo 4, verso 16
38
Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados
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pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»
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Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.»
41
Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas.
42
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
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El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales.
44
Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común
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vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno.
46
Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
47
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.
Capítulo 3
1
Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona.
2
Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo.
3
Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
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Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.»
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El les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos.
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Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro
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Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos,
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y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios.
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Todo el pueblo le vio cómo andaba y alababa a Dios
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le reconocían, pues él era el que pedía limosma sentado junto a la puerta Hermosa del Templo. Y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido.
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Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, presa de estupor, corrió donde ellos al pórtico llamado de Salomón.
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Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?
13
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.
14
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,
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y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
16
Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis
17
«Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.
18
Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería.
19
Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados,
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a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús,
21
a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
22
Moisés efectivamente dijo: El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos
23
Todo el que no escuche a ese profeta, sea exterminado del pueblo.
24
Y todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días.
25
«Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres al decir a Abraham: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.
26
Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.»
Capítulo 4
1
Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos,
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molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos.
3
Les echaron mano y les pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues había caído ya la tarde.
4
Sin embargo, muchos de los que oyeron la Palabra creyeron
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Al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas,
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el Sumo Sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y cuantos eran de la estirpe de sumos sacerdotes.
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Les pusieron en medio y les preguntaban: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?»
8
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos,
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puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados por quién ha sido éste curado,
10
sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos
11
El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular.
12
Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»
13
Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús
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y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado
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Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos.
16
Decían: «¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente para todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han realizado una señal manifiesta, y no podemos negarlo.