Capítulo 2, versos 4-18
4
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
5
Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
6
Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua.
7
Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?
8
Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?
9
Partos, medos y elamitas
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Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos,
11
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.»
12
Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»
13
Otros en cambio decían riéndose: «¡Están llenos de mosto!»
14
Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
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No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
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sino que es lo que dijo el profeta:
17
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas
18
Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.