Capítulo 3, verso 12 - Capítulo 4, verso 19
12
Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?
13
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.
14
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,
15
y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
16
Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis
17
«Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.
18
Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería.
19
Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados,
20
a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús,
21
a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
22
Moisés efectivamente dijo: El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos
23
Todo el que no escuche a ese profeta, sea exterminado del pueblo.
24
Y todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días.
25
«Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres al decir a Abraham: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.
26
Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.»
Capítulo 4
1
Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos,
2
molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos.
3
Les echaron mano y les pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues había caído ya la tarde.
4
Sin embargo, muchos de los que oyeron la Palabra creyeron
5
Al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas,
6
el Sumo Sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y cuantos eran de la estirpe de sumos sacerdotes.
7
Les pusieron en medio y les preguntaban: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?»
8
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos,
9
puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados por quién ha sido éste curado,
10
sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos
11
El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular.
12
Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»
13
Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús
14
y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado
15
Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos.
16
Decían: «¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente para todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han realizado una señal manifiesta, y no podemos negarlo.
17
Pero a fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre.»
18
Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús.
19
Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.