Capítulo 4, verso 26 - Capítulo 5, verso 20
26
Se han presentado los reyes de la tierra y los magistrados se han aliado contra el Señor y contra su Ungido.
27
«Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido,
28
para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría habías predeterminado que sucediera.
29
Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía,
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extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.»
31
Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía.
32
La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.
33
Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.
34
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta,
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y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.
36
José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa: «hijo de la exhortación»), levita y originario de Chipre,
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tenía un campo
Capítulo 5
1
Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad,
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y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer
3
Pedro le dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo?
4
¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios.»
5
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron.
6
Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar.
7
Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado.
8
Pedro le preguntó: «Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?» Ella respondió: «Sí, en eso.»
9
Y Pedro le replicó: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido
10
Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.
11
Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto.
12
Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón,
13
pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio.
14
Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres.
15
Hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.
16
También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos
17
Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia,
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echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública.
19
Pero el Angel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo:
20
«Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida.»