Capítulo 5, versos 10-20
10
Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.
11
Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto.
12
Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón,
13
pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio.
14
Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres.
15
Hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.
16
También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos
17
Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia,
18
echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública.
19
Pero el Angel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo:
20
«Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida.»