Capítulo 7, verso 50 - Capítulo 8, verso 7
50
¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
51
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros!
52
¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado
53
vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.»
54
Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
55
Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios
56
y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.»
57
Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él
58
le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.
59
Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
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Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.
Capítulo 8
1
Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.
2
Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él.
3
Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia
4
Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
5
Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo.
6
La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba
7
pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados.