Hechos de los Apóstoles

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[...]   Cuidad, pues, de que no sobrevenga lo que dijeron los Profetas:   [...]

Hechos de los Apóstoles: capítulo 13, verso 40

Capítulo 8, verso 35 - Capítulo 11, verso 26

35 Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús.
36 Siguiendo el camino llegaron a un sitio donde había agua.
37 El eunuco dijo: «Aquí hay agua
38 Y mandó detener el carro. Bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco
39 y en saliendo del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y ya no le vio más el eunuco, que siguió gozoso su camino.
40 Felipe se encontró en Azoto y recorría evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.
Capítulo 9
1 Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote,
2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
3 Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo,
4 cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?»
5 El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6 Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
7 Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto
8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
9 Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.»
11 Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo
12 y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.»
13 Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén
14 y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.»
15 El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.»
17 Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»
18 Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista
19 Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco,
20 y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
21 Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?»
22 Pero Saulo se crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que aquél era el Cristo.
23 Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle.
24 Pero Saulo tuvo conocimiento de su determinación. Hasta las puertas estaban guardadas día y noche para poderle matar.
25 Pero los discípulos le tomaron y le descolgaron de noche por la muralla dentro de una espuerta.
26 Llegó a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos
27 Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús.
28 Andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor.
29 Hablaba también y discutía con los helenistas
30 Los hermanos, al saberlo, le llevaron a Cesarea y le hicieron marchar a Tarso.
31 Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria
32 Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
33 Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.
34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura
35 Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor.
36 Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía.
37 Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.
38 Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a nosotros.»
39 Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras estuvo con ellas.
40 Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró
41 Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
42 Esto se supo por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor.
43 Pedro permaneció en Joppe bastante tiempo en casa de un tal Simón, curtidor.
Capítulo 10
1 Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte Itálica,
2 piadoso y temeroso de Dios, como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios.
3 Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y le decía: «Cornelio.»
4 El le miró fijamente y lleno de espanto dijo: «¿Qué pasa, señor?» Le respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios.
5 Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro.
6 Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»
7 Apenas se fue el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus asistentes,
8 les contó todo y los envió a Joppe.
9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración.
10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis,
11 y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
12 Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo.
13 Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.»
14 Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor
15 La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.»
16 Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.
17 Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta
18 llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro.
19 Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: «Ahí tienes unos hombres que te buscan.
20 Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.»
21 Pedro bajó donde ellos y les dijo: «Yo soy el que buscáis
22 Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.»
23 Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con ellos
24 Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos.
25 Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies.
26 Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un hombre.»
27 Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos.
28 Y les dijo: «Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa
29 Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por qué motivo me habéis enviado a llamar.»
30 Cornelio contestó: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de mí un varón con vestidos resplandecientes,
31 y me dijo: "Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios
32 envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar."
33 Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.
36 «El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos.
37 Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo
38 cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él
39 y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén
40 a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse,
41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
42 Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.
43 De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»
44 Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra.
45 Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles,
46 pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo:
47 «¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»
48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.
Capítulo 11
1 Los apóstoles y los hermanos que había por Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la Palabra de Dios
2 así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión se lo reprochaban,
3 diciéndole: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
4 Pedro entonces se puso a explicarles punto por punto diciendo:
5 «Estaba yo en oración en la ciudad de Joppe y en éxtasis vi una visión: una cosa así como un lienzo, atado por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegó hasta mí.
6 Lo miré atentamente y vi en él los cuadrúpedos de la tierra, las bestias, los reptiles, y las aves del cielo.
7 Oí también una voz que me decía: "Pedro, levántate, sacrifica y come."
8 Y respondí: "De ninguna manera, Señor
9 Me dijo por segunda vez la voz venida del cielo: "Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano."
10 Esto se repitió hasta tres veces
11 «En aquel momento se presentaron tres hombres en la casa donde nosotros estábamos, enviados a mí desde Cesarea.
12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre.
13 El nos contó cómo había visto un ángel que se presentó en su casa y le dijo: "Manda a buscar en Joppe a Simón, llamado Pedro,
14 quien te dirá palabras que traerán la salvación para ti y para toda tu casa."
15 «Había empezado yo a hablar cuando cayó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio había caído sobre nosotros.
16 Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
17 Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?»
18 Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: «Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»
19 Los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos.
20 Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús.
21 La mano del Señor estaba con ellos, y un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor.
22 La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
23 Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor,
24 porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor.
25 Partió para Tarso en busca de Saulo,
26 y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».