Capítulo 8, verso 40 - Capítulo 16, verso 36
40
Felipe se encontró en Azoto y recorría evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.
Capítulo 9
1
Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote,
2
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
3
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo,
4
cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?»
5
El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6
Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
7
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto
8
Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
9
Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
10
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.»
11
Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo
12
y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.»
13
Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén
14
y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.»
15
El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
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Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.»
17
Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»
18
Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista
19
Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco,
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y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
21
Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?»
22
Pero Saulo se crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que aquél era el Cristo.
23
Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle.
24
Pero Saulo tuvo conocimiento de su determinación. Hasta las puertas estaban guardadas día y noche para poderle matar.
25
Pero los discípulos le tomaron y le descolgaron de noche por la muralla dentro de una espuerta.
26
Llegó a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos
27
Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús.
28
Andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor.
29
Hablaba también y discutía con los helenistas
30
Los hermanos, al saberlo, le llevaron a Cesarea y le hicieron marchar a Tarso.
31
Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria
32
Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
33
Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.
34
Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura
35
Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor.
36
Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía.
37
Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.
38
Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a nosotros.»
39
Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras estuvo con ellas.
40
Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró
41
Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
42
Esto se supo por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor.
43
Pedro permaneció en Joppe bastante tiempo en casa de un tal Simón, curtidor.
Capítulo 10
1
Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte Itálica,
2
piadoso y temeroso de Dios, como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios.
3
Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y le decía: «Cornelio.»
4
El le miró fijamente y lleno de espanto dijo: «¿Qué pasa, señor?» Le respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios.
5
Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro.
6
Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»
7
Apenas se fue el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus asistentes,
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les contó todo y los envió a Joppe.
9
Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración.
10
Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis,
11
y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
12
Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo.
13
Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.»
14
Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor
15
La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.»
16
Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.
17
Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta
18
llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro.
19
Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: «Ahí tienes unos hombres que te buscan.
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Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.»
21
Pedro bajó donde ellos y les dijo: «Yo soy el que buscáis
22
Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.»
23
Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con ellos
24
Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos.
25
Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies.
26
Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un hombre.»
27
Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos.
28
Y les dijo: «Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa
29
Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por qué motivo me habéis enviado a llamar.»
30
Cornelio contestó: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de mí un varón con vestidos resplandecientes,
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y me dijo: "Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios
32
envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar."
33
Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
34
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas,
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sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.
36
«El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos.
37
Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo
38
cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él
39
y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén
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a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse,
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no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
42
Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.
43
De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»
44
Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra.
45
Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles,
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pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo:
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«¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»
48
Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.
Capítulo 11
1
Los apóstoles y los hermanos que había por Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la Palabra de Dios
2
así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión se lo reprochaban,
3
diciéndole: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
4
Pedro entonces se puso a explicarles punto por punto diciendo:
5
«Estaba yo en oración en la ciudad de Joppe y en éxtasis vi una visión: una cosa así como un lienzo, atado por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegó hasta mí.
6
Lo miré atentamente y vi en él los cuadrúpedos de la tierra, las bestias, los reptiles, y las aves del cielo.
7
Oí también una voz que me decía: "Pedro, levántate, sacrifica y come."
8
Y respondí: "De ninguna manera, Señor
9
Me dijo por segunda vez la voz venida del cielo: "Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano."
10
Esto se repitió hasta tres veces
11
«En aquel momento se presentaron tres hombres en la casa donde nosotros estábamos, enviados a mí desde Cesarea.
12
El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre.
13
El nos contó cómo había visto un ángel que se presentó en su casa y le dijo: "Manda a buscar en Joppe a Simón, llamado Pedro,
14
quien te dirá palabras que traerán la salvación para ti y para toda tu casa."
15
«Había empezado yo a hablar cuando cayó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio había caído sobre nosotros.
16
Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
17
Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?»
18
Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: «Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»
19
Los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos.
20
Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús.
21
La mano del Señor estaba con ellos, y un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor.
22
La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
23
Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor,
24
porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor.
25
Partió para Tarso en busca de Saulo,
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y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».
27
Por aquellos días bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía.
28
Uno de ellos, llamado Agabo, movido por el Espíritu, se levantó y profetizó que vendría una gran hambre sobre toda la tierrra, la que hubo en tiempo de Claudio.
29
Los discípulos determinaron enviar algunos recursos, según las posibilidades de cada uno, para los hermanos que vivían en Judea.
30
Así lo hicieron y se los enviaron a los presbíteros por medio de Bernabé y de Saulo.
Capítulo 12
1
Por aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos.
2
Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.
3
Al ver que esto les gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro. Eran los días de los Azimos.
4
Le apresó, pues, le encarceló y le confió a cuatro escuadras de cuatro soldados para que le custodiasen, con la intención de presentarle delante del pueblo después de la Pascua.
5
Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios.
6
Cuando ya Herodes le iba a presentar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas
7
De pronto se presentó el Angel del Señor y la celda se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: «Levántate aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos.
8
Le dijo el ángel: «Cíñete y cálzate las sandalias.» Así lo hizo. Añadió: «Ponte el manto y sígueme.»
9
Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión.
10
Pasaron la primera y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de pronto el ángel le dejó.
11
Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.»
12
Consciente de su situación, marchó a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos en oración.
13
Llamó él a la puerta y salió a abrirle una sirvienta llamada Rode
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quien, al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría no abrió la puerta, sino que entró corriendo a anunciar que Pedro estaba a la puerta.
15
Ellos le dijeron: «Estás loca.» Pero ella continuaba afirmando que era verdad. Entonces ellos dijeron: «Será su ángel.»
16
Pedro entretanto seguía llamando. Al abrirle, le vieron, y quedaron atónitos.
17
El les hizo señas con la mano para que callasen y les contó cómo el Señor le había sacado de la prisión. Y añadió: «Comunicad esto a Santiago y a los hermanos.» Salió y marchó a otro lugar.
18
Cuando vino el día hubo un alboroto no pequeño entre los soldados, sobre qué habría sido de Pedro.
19
Herodes le hizo buscar y al no encontrarle, procesó a los guardias y mandó ejecutarlos. Después bajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.
20
Estaba Herodes fuertemente irritado con los de Tiro y Sidón. Estos, de común acuerdo, se le presentaron y habiéndose ganado a Blasto, camarlengo del rey, solicitaban hacer las paces, pues su país se abastecía del país del rey.
21
El día señalado, Herodes, regiamente vestido y sentado en la tribuna, les arengaba.
22
Entonces el pueblo se puso a aclamarle: «¡Es un dios el que habla, no un hombre!»
23
Pero inmediatamente le hirió el Angel del Señor porque no había dado la gloria a Dios
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Entretanto la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
25
Bernabé y Saulo volvieron, una vez cumplido su ministerio en Jerusalén, trayéndose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.
Capítulo 13
1
Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
2
Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.»
3
Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.
4
Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
5
Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba.
6
Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago, un falso profeta judío, llamado Bar Jesús,
7
que estaba con el procónsul Sergio Paulo, hombre prudente. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, deseoso de escuchar la Palabra de Dios.
8
Pero se les oponía el mago Elimas -pues eso quiere decir su nombre- intentando apartar al procónsul de la fe.
9
Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente,
10
le dijo: «Tú, repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia, ¿no acabarás ya de torcer los rectos caminos del Señor?
11
Pues ahora, mira la mano del Señor sobre ti. Te quedarás ciego y no verás el sol hasta un tiempo determinado.» Al instante cayeron sobre él oscuridad y tinieblas y daba vueltas buscando quien le llevase de la mano.
12
Entonces, viendo lo ocurrido, el procónsul creyó, impresionado por la doctrina del Señor.
13
Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén,
14
mientras que ellos, partiendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
15
Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.»
16
Pablo se levantó, hizo señal con la mano y dijo: «Israelitas y cuantos teméis a Dios, escuchad:
17
El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres, engrandeció al pueblo durante su destierro en la tierra de Egipto y los sacó con su brazo extendido.
18
Y durante unos cuarenta años los rodeó de cuidados en el desierto
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después, habiendo exterminado siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su tierra,
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por unos 450 años. Después de esto les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21
Luego pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.
22
Depuso a éste y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera.
23
De la descendencia de éste, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús.
24
Juan predicó como precursor, ante su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel.
25
Al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy el que vosotros os pensáis, sino mirad que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies."
26
«Hermanos, hijos de la raza de Abraham, y cuantos entre vosotros temen a Dios: a vosotros ha sido enviada esta Palabra de salvación.
27
Los habitantes de Jerusalén y sus jefes cumplieron, sin saberlo, las Escrituras de los profetas que se leen cada sábado
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y sin hallar en él ningún motivo de muerte pidieron a Pilato que le hiciera morir.
29
Y cuando hubieron cumplido todo lo que referente a él estaba escrito, le bajaron del madero, y le pusieron en el sepulcro.
30
Pero Dios le resucitó de entre los muertos.
31
El se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo.
32
«También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres
33
Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú
34
Y que le resucitó de entre los muertos para nunca más volver a la corrupción, lo tiene declarado: Os daré las cosas santas de David, las verdaderas.
35
Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu santo experimente la corrupción.
36
Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción.
37
En cambio aquel a quien Dios resucitó, no experimentó la corrupción.
38
«Tened, pues, entendido, hermanos, que por medio de éste os es anunciado el perdón de los pecados
39
la obtiene por él todo el que cree.
40
Cuidad, pues, de que no sobrevenga lo que dijeron los Profetas:
41
Mirad, los que despreciáis, asombraos y desapareced, porque en vuestros días yo voy a realizar una obra, que no creeréis aunque os la cuenten.»
42
Al salir les rogaban que les hablasen sobre estas cosas el siguiente sábado.
43
Disuelta la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé
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El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios.
45
Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía.
46
Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios
47
Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»
48
Al oír esto los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor
49
Y la Palabra del Señor se difundía por toda la región.
50
Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas que adoraban a Dios, y a los principales de la ciudad
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Estos sacudieron contra ellos el polvo de sus pies y se fueron a Iconio.
52
Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Capítulo 14
1
En Iconio, entraron del mismo modo en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que gran multitud de judíos y griegos abrazaron la fe.
2
Pero los judíos que no habían creído excitaron y envenenaron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
3
Con todo se detuvieron allí bastante tiempo, hablando con valentía del Señor que les concedía obrar por sus manos señales y prodigios, dando así testimonio de la predicación de su gracia.
4
La gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles.
5
Como se alzasen judíos y gentiles con sus jefes para ultrajarles y apedrearles,
6
al saberlo, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores.
7
Y allí se pusieron a anunciar la Buena Nueva.
8
Había allí, sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado.
9
Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado,
10
le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él dio un salto y se puso a caminar.
11
La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: «Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.»
12
A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era quien dirigía la palabra.
13
El sacerdote del templo de Zeus que hay a la entrada de la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas y a una con la gente se disponía a sacrificar.
14
Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron en medio de la gente gritando:
15
«Amigos, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros, que os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay,
16
y que en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos
17
si bien no dejó de dar testimonio de sí mismo, derramando bienes, enviándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y alegría...»
18
Con estas palabras pudieron impedir a duras penas que la gente les ofreciera un sacrificio.
19
Vinieron entonces de Antioquía e Iconio algunos judíos y, habiendo persuadido a la gente, lapidaron a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto.
20
Pero él se levantó y, rodeado de los discípulos, entró en la ciudad. Al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe.
21
Habiendo evangelizado aquella ciudad y conseguido bastantes discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía,
22
confortando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe y diciéndoles: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.»
23
Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
24
Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia
25
predicaron en Perge la Palabra y bajaron a Atalía.
26
Allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían realizado.
27
A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
28
Y permanecieron no poco tiempo con los discípulos.
Capítulo 15
1
Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.»
2
Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos
3
Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos.
4
Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos.
5
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés.
6
Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto.
7
Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran.
8
Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros
9
y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe.
10
¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?
11
Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.»
12
Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar todas las señales y prodigios que Dios había realizado por medio de ellos entre los gentiles.
13
Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: «Hermanos, escuchadme.
14
Simeón ha referido cómo Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su Nombre.
15
Con esto concuerdan los oráculos de los Profetas, según está escrito:
16
«Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída
17
Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace
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que estas cosas sean conocidas desde la eternidad.
19
«Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios,
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sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre.
21
Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores y es leído cada sábado en las sinagogas.»
22
Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarles a Antioquía con Pablo y Bernabé
23
Por su medio les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
24
Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos,
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hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
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que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo.
27
Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz:
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Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables:
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abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.»
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Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron la asamblea y entregaron la carta.
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La leyeron y se gozaron al recibir aquel aliento.
32
Judas y Silas, que eran también profetas, exhortaron con un largo discurso a los hermanos y les confortaron.
33
Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado.
35
Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía enseñando y anunciando, en compañía de otros muchos, la Buena Nueva, la palabra del Señor.
36
Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: «Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor.»
37
Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos.
38
Pablo, en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra.
39
Se produjo entonces una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro: Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre
40
por su parte Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por los hermanos a la gracia de Dios.
41
Recorrió Siria y Cilicia consolidando las Iglesias.»
Capítulo 16
1
Llegó también a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego.
2
Los hermanos de Listra e Iconio daban de él un buen testimonio.
3
Pablo quiso que se viniera con él. Le tomó y le circuncidó a causa de los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
4
Conforme iban pasando por las ciudades, les iban entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén.
5
Las Iglesias, pues, se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día.
6
Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les había impedido predicar la Palabra en Asia.
7
Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús.
8
Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Tróada.
9
Por la noche Pablo tuvo una visión: Un macedonio estaba de pie suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
10
En cuanto tuvo la visión, inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles.
11
Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis
12
de allí pasamos a Filipos, que es una de las principales ciudades de la demarcación de Macedonia, y colonia. En esta ciudad nos detuvimos algunos días.
13
El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
14
Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo.
15
Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.
16
Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos.
17
Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
18
Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.
19
Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados
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los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad
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y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
22
La gente se amotinó contra ellos
23
Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado.
24
Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
25
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios
26
De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
27
Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
28
Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
29
El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
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los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
31
Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
32
Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
33
En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas
34
Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
35
Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
36
El carcelero transmitió estas palabras a Pablo: «Los pretores han enviado a decir que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»