Capítulo 9, versos 23-37
23
Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle.
24
Pero Saulo tuvo conocimiento de su determinación. Hasta las puertas estaban guardadas día y noche para poderle matar.
25
Pero los discípulos le tomaron y le descolgaron de noche por la muralla dentro de una espuerta.
26
Llegó a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos
27
Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús.
28
Andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor.
29
Hablaba también y discutía con los helenistas
30
Los hermanos, al saberlo, le llevaron a Cesarea y le hicieron marchar a Tarso.
31
Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria
32
Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
33
Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.
34
Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura
35
Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor.
36
Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía.
37
Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.