Capítulo 9, versos 5-21
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El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6
Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
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Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto
8
Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
9
Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
10
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.»
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Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo
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y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.»
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Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén
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y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.»
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El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
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Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.»
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Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»
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Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista
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Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco,
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y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
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Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?»