Search results
Term: amos • Found: 91
Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?
Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»
Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
«En aquel momento se presentaron tres hombres en la casa donde nosotros estábamos, enviados a mí desde Cesarea.
El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre.
«También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres
«Amigos, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros, que os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay,
Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.»
Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz:
Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: «Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor.»
En cuanto tuvo la visión, inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles.
Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis
de allí pasamos a Filipos, que es una de las principales ciudades de la demarcación de Macedonia, y colonia. En esta ciudad nos detuvimos algunos días.
El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos.
Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados
Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
Pues te oímos decir cosas extrañas y querríamos saber qué es lo que significan.»
Nosotros, después de los días de los Azimos, nos embarcamos en Filipos y al cabo de cinco días nos unimos a ellos en Tróada donde pasamos siete días.
Había abundantes lámparas en la estancia superior donde estábamos reunidos.
Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y partimos hacia Asso, donde habíamos de recoger a Pablo
Cuando nos alcanzó en Asso, le tomamos a bordo y llegamos a Mitilene.
Al día siguiente nos hicimos a la mar y llegamos a la altura de Quíos
Despidiéndonos de ellos nos hicimos a la mar y navegamos derechamente hasta llegar a Cos
Encontramos una nave que partía para Fenicia
Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, íbamos navegando rumbo a Siria
Habiendo encontrado a los discípulos nos quedamos allí siete días. Ellos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén.
Cuando se nos pasaron aquellos días, salimos y nos pusimos en camino. Todos nos acompañaron con sus mujeres e hijos, hasta las afueras de la ciudad. En la playa nos pusimos de rodillas y oramos
Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea
Al oír esto nosotros y los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»
Venían con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de cierto Mnasón, de Chipre, antiguo discípulo, donde nos habíamos de hospedar.
Haz, pues, lo que te vamos a decir: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir.
Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: «Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?»
Estos, pues, se presentaron a los sumos sacerdotes y a los ancianos y le dijeron: «Bajo anatema nos hemos comprometido a no probar cosa alguna hasta que no hayamos dado muerte a Pablo.
Citado Pablo, Tértulo dio principio a la acusación diciendo: «Gracias a ti gozamos de mucha paz y las mejoras realizadas por tu providencia en beneficio de esta nación,
Ha intentado además profanar el Templo, pero nosotros le apresamos.
Interrogándole, podrás tú llegar a conocer a fondo todas estas cosas de que le acusamos.»
Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.
Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.
Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone
y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.
La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva.
Hacía ya días que no habíamos comido
Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.
Estábamos en total en la nave 276 personas.
y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.
Arribamos a Siracusa y permanecimos allí tres días.
Desde allí, costeando, llegamos a Regio. Al día siguiente se levantó el viento del sur, y al cabo de dos días llegamos a Pozzuoli.
Encontramos allí hermanos y tuvimos el consuelo de permanecer con ellos siete días. Y así llegamos a Roma.
Cuando entramos en Roma se le permitió a Pablo permanecer en casa particular con un soldado que le custodiara.
Pero deseamos oír de ti mismo lo que piensas, pues lo que de esa secta sabemos es que en todas partes se la contradice.»
De là, continuant par mer, nous arrivâmes le lendemain vis-à-vis de Chios. Le jour suivant, nous cinglâmes vers Samos, et le jour d’après nous vînmes à Milet.
Sailing from there, we came the following day opposite Chios. The next day we touched at Samos and stayed at Trogyllium, and the day after we came to Miletus.
E em nenhum outro há salvação, porque também debaixo do céu nenhum outro nome há, dado entre os homens, pelo qual devamos ser salvos.
Dizendo: Achamos realmente o cárcere fechado, com toda a segurança, e os guardas, que estavam fora, diante das portas
Dizendo: Não vos admoestamos nós expressamente que não ensinásseis nesse nome? E eis que enchestes Jerusalém dessa vossa doutrina, e quereis lançar sobre nós o sangue desse homem.
E os doze, convocando a multidão dos discípulos, disseram: Não é razoável que nós deixemos a palavra de Deus e sirvamos às mesas.
Escolhei, pois, irmãos, dentre vós, sete homens de boa reputação, cheios do Espírito Santo e de sabedoria, aos quais constituamos sobre este importante negócio.
E logo mandei chamar-te, e bem fizeste em vir. Agora, pois, estamos todos presentes diante de Deus, para ouvir tudo quanto por Deus te é mandado.
E nós vos anunciamos que a promessa que foi feita aos pais, Deus a cumpriu a nós, seus filhos, ressuscitando a Jesus
E dizendo: Senhores, por que fazeis essas coisas? Nós também somos homens como vós, sujeitos às mesmas paixões, e vos anunciamos que vos convertais dessas vaidades ao Deus vivo, que fez o céu, e a terra, o mar, e tudo quanto há neles
Enviamos, portanto, Judas e Silas, os quais por palavra vos anunciarão também as mesmas coisas.
E alguns dias depois, disse Paulo a Barnabé: Tornemos a visitar nossos irmãos por todas as cidades em que já anunciamos a palavra do Senhor, para ver como estão.
E, logo depois desta visão, procuramos partir para a Macedônia, concluindo que o Senhor nos chamava para lhes anunciarmos o evangelho.
Mas Paulo clamou com grande voz, dizendo: Não te faças nenhum mal, que todos aqui estamos.
Na verdade até corremos perigo de que, por hoje, sejamos acusados de sedição, não havendo causa alguma com que possamos justificar este concurso.
E, depois dos dias dos pães ázimos, navegamos de Filipos, e em cinco dias fomos ter com eles a Trôade, onde estivemos sete dias.
Nós, porém, subindo ao navio, navegamos até Assós, onde devíamos receber a Paulo, porque assim o ordenara, indo ele por terra.
E, navegando dali, chegamos no dia seguinte defronte de Quios, e no outro aportamos a Samos e, ficando em Trogílio, chegamos no dia seguinte a Mileto.
E aconteceu que, separando-nos deles, navegamos e fomos correndo caminho direito, e chegamos a Cós, e no dia seguinte a Rodes, de onde passamos a Pátara.
E, achando um navio, que ia para a Fenícia, embarcamos nele, e partimos.
E, indo já à vista de Chipre, deixando-a à esquerda, navegamos para a Síria e chegamos a Tiro
E, achando discípulos, ficamos ali sete dias
E no dia seguinte, partindo dali Paulo, e nós que com ele estávamos, chegamos a Cesaréia
E, ouvindo nós isto, rogamos-lhe, tanto nós como os que eram daquele lugar, que não subisse a Jerusalém.
E, como não podíamos convencê-lo, nos aquietamos, dizendo: Faça-se a vontade do Senhor.
E foram também conosco alguns discípulos de Cesaréia, levando consigo um certo Mnasom, cíprio, discípulo antigo, com quem havíamos de hospedar-nos.
E, logo que chegamos a Jerusalém, os irmãos nos receberam de muito boa vontade.
E, como se determinou que havíamos de navegar para a Itália, entregaram Paulo, e alguns outros presos, a um centurião por nome Júlio, da coorte augusta.
E chegamos no dia seguinte a Sidom, e Júlio, tratando Paulo humanamente, lhe permitiu ir ver os amigos, para que cuidassem dele.
E, tendo atravessado o mar, ao longo da Cilícia e Panfília, chegamos a Mirra, na Lícia.
E, como por muitos dias navegássemos vagarosamente, havendo chegado apenas defronte de Cnido, não nos permitindo o vento ir mais adiante, navegamos abaixo de Creta, junto de Salmone.
E, costeando-a dificilmente, chegamos a um lugar chamado Bons Portos, perto do qual estava a cidade de Laséia.
E, sendo o navio arrebatado, e não podendo navegar contra o vento, dando de mão a tudo, nos deixamos ir à toa.
E ao terceiro dia nós mesmos, com as nossas próprias mãos, lançamos ao mar a armação do navio.
E éramos ao todo, no navio, duzentas e setenta e seis almas.
E, chegando a Siracusa, ficamos ali três dias.
E, logo que chegamos a Roma, o centurião entregou os presos ao capitão da guarda
No entanto bem quiséramos ouvir de ti o que sentes