Capítulo 16, versos 21-32
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y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
22
La gente se amotinó contra ellos
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Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado.
24
Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
25
Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios
26
De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
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Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
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Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
29
El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
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los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
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Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
32
Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.